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Los investigadores aportan los datos que demuestran el problema e indican soluciones para distintos escenarios, mientras el Consejo Científico sobre el Clima actúa como apoyo para garantizar que la presidencia de la COP30 tome decisiones en la dirección correcta.

Autora: Meghie Rodrigues

Versión al español: Leandro Roberto Manera Miranda / Verso Tradutores

Cuando observamos las políticas climáticas nacionales, los anuncios y las metas definidas en reuniones como la 30ª Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP30), no siempre vemos el reverso del entramado complejo que hace posible todo ese proceso.

Si por un lado esa trama solo ocurre gracias a un inmenso esfuerzo diplomático, por otro existe una base científica que sostiene todo lo que se discute y se planifica. Al fin y al cabo, si las conferencias del clima sirven para enfrentar el mayor desafío de la humanidad, es únicamente por medio de la ciencia que sabemos que existe un problema —o varios. Sin la alerta científica, no sabríamos que existe, y mucho menos su magnitud.

Sin la ciencia, tampoco tendríamos idea de las soluciones posibles, y los países difícilmente tendrían temas para debatir en las COP ni en otras negociaciones internacionales.

¿Cómo llega el dato de un estudio o de un informe del Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés) a convertirse en una política nacional o en un plan presentado en conferencias como la COP30? ¿Qué camino recorre una evidencia científica hasta transformarse en planificación y acción política?

Para Mercedes Bustamante, profesora de la Universidad de Brasília e investigadora en Ecología de Ecosistemas, existen distintos caminos, según el tema en cuestión. Cuando se trata de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, se sigue un tipo de recorrido; cuando el foco está en crear formas de hacer que países y comunidades sean más resilientes a los efectos del cambio climático, el camino es otro.

En Brasil, cuando se trata de poner en práctica acciones de mitigación, el país se apoya principalmente en el Inventario Nacional de Emisiones de Gases de Efecto Invernadero, que identifica qué sectores emiten más —lo que facilita calcular el potencial de reducción en cada uno de ellos. En las últimas ediciones del Inventario, relata Bustamante, “Brasil avanzó mucho en calcular cuánto emite la agricultura, los cambios en el uso de la tierra, el sector energético —lo que también significa que Brasil avanzó mucho en la forma en que monitorea la deforestación”, afirma.

La ciencia, explica Bustamante, contribuye al proceso de mitigación al proporcionar datos nacionales sobre los problemas —lo que queda fuera del ámbito más “genérico” de los datos globales del IPCC y facilita la planificación y la acción en el territorio nacional. No es algo nuevo. “La ciencia pavimentó la comprensión del problema incluso antes de la Cumbre de Río de 1992. Hoy es esencial para pavimentar el camino de las soluciones.”

Ya para la adaptación, el camino entre la ciencia y la política pública no es tan directo. “El escenario es más complejo. La base científica más sólida proviene de la modelización de los impactos: dónde habrá sequías más intensas, dónde habrá más inundaciones, por ejemplo”, explica Bustamante.

El foco está, ante todo, en identificar las vulnerabilidades locales y nacionales frente al cambio climático. Contar con un diagnóstico claro es esencial, según la investigadora, para apoyar acciones prácticas que no generen una maladaptación: creer que se está resolviendo el problema cuando, en realidad, se está profundizando.

Un ejemplo es reconstruir una ciudad o un barrio en la misma zona que, según la ciencia, ya demostró tener una alta probabilidad de volver a sufrir eventos extremos, como inundaciones. En esos casos, la mejor solución de adaptación podría ser reconstruir ese barrio o ciudad en otro lugar, por más difícil que eso parezca en un primer momento.

Hay muchas formas en que el diálogo entre la ciencia y la política pública puede ocurrir. “A veces, un gobierno necesita identificar y resolver un determinado problema y encarga un informe a institutos de investigación y universidades. A veces, los investigadores identifican esos problemas en su trabajo y eso llega a los formuladores de políticas públicas a través de los medios —lo que suele ser un proceso mucho más rápido que la búsqueda de estudios por parte de los equipos técnicos que asesoran a las autoridades—”, dice Bustamante.

El proceso también puede comenzar fuera de los despachos de quienes formulan políticas públicas o de los laboratorios universitarios. Ese es el caso, por ejemplo, de AdaptaClima, la plataforma del Ministerio de Medio Ambiente que sistematiza y pone a disposición información y datos sobre adaptación al cambio climático de forma colaborativa.

 

“AdaptaClima se creó mediante un proceso largo y participativo, de abajo hacia arriba, que involucró a investigadores, comunidades tradicionales, pescadores, tomadores de decisiones y al sector industrial”, explica Andrei Polejack, director de Investigación e Innovación del Instituto Nacional de Investigaciones Oceánicas (INPO) y asesor técnico sénior en Océanos del Ministerio de Ciencia, Tecnología, Innovaciones y Comunicaciones. Los datos de la plataforma, detalla Polejack, fueron utilizados incluso para fortalecer la Contribución Determinada a Nivel Nacional (NDC, por sus siglas en inglés) de Brasil —el plan presentado a la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (UNFCCC, por sus siglas en inglés) con las acciones comprometidas para ayudar a limitar el calentamiento global a 1,5 °C— en lo relativo a la protección de océanos y manglares. 

 

¿Dónde está la ciencia durante las COP?

 

La ciencia, por supuesto, también asume un papel protagónico durante las COP. Y esto no ocurre solo por la presencia de científicos haciendo declaraciones o llamando a los negociadores a asumir la responsabilidad de enfrentar el cambio climático con la urgencia que exige.

 

En la COP30, el embajador André Corrêa do Lago pidió un refuerzo científico con la creación del Consejo Científico sobre el Clima. Liderado por Thelma Krug, investigadora del Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales (Inpe) y exvicepresidenta del IPCC, el grupo reúne a 11 especialistas de Brasil y del exterior y actúa como una instancia asesora para garantizar que la presidencia de la COP30 esté tomando decisiones en la dirección correcta.

 

Cuando el grupo se formó, a comienzos de este año, la idea principal era traducir la compleja ciencia del IPCC a un lenguaje claro y conciso, sin argot científico, cuenta Krug: “teníamos que elaborar un texto sobre el ‘estado del arte’ de la ciencia climática que sirviera como base de conocimiento para el presidente Corrêa do Lago y para la directora ejecutiva Ana Toni”. El objetivo era abarcar la mayor cantidad posible de temas —desde la limitación del calentamiento global a 1,5 °C hasta qué hacer en caso de superar ese umbral, incluyendo cuestiones de financiamiento y el aporte de las comunidades tradicionales— sin perder el foco en lo esencial, pese a la gran cantidad de detalles.

 

“Entregamos cuatro páginas con viñetas que resumían los elementos principales, considerando no solo los temas de Brasil sino también los globales. Insistí mucho en que no fuera una narrativa de recomendaciones. Las recomendaciones quedaron como un documento aparte. Así que el texto final fue algo bien científico”, explica Krug.

 

Con el documento entregado, la actuación del Comité en la conferencia pasó a ser la de asesorar a la presidencia de la COP30 en cuestiones técnicas y más complejas de las negociaciones —y no solo en el campo científico—. “El embajador se rodeó de varios consejos asesores: hay uno para tecnología e innovación, otro para financiamiento. También hay enviados especiales para temas específicos”, señala Krug. Todo esto, apunta, para garantizar que las decisiones se formulen y se tomen con base en el mejor conocimiento disponible sobre problemas y soluciones.

 

“¿Cómo tener una ‘COP de la verdad’ sin saber qué es verdad? La verdad, lo sabemos, es la que señala la ciencia. Lo importante es que la ciencia esté reflejada de manera honesta, clara, transparente —y con esperanza”, concluye Krug. 

Este reportaje fue producido por InfoAmazonia en el marco de la Cobertura Colaborativa Socioambiental de la COP30. Lea la versión original en: https://infoamazonia.org/2025/11/20/o-caminho-da-ciencia-ate-a-politica-climatica/ 

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