La actividad pesquera produce proteína animal con una baja huella de carbono, pero es fuertemente afectada por los impactos del cambio climático en los mares.
Por Vinicius Konchinski
Cerca de 1,6 millones de pescadores brasileños podrían verse directamente afectados por las negociaciones que están en curso en la COP30, en Belém (PA). Ese es el número de personas que viven de la pesca en las regiones costeras del país, según el RGP (Registro General de la Actividad Pesquera) del gobierno federal brasileño.
La protección del ambiente marino, por lo tanto, garantiza el sustento de estas personas y de sus familias. Este año, la conferencia climática de la ONU decidió colocar a los océanos en el centro de las discusiones globales sobre el clima, debido a su capacidad para amortiguar el calentamiento global.
Según los datos oficiales, la mitad de los pescadores brasileños son mujeres, y el 99,7 % practica la pesca artesanal; es decir, utilizan pequeñas embarcaciones y técnicas de pesca tradicionales para la captura de peces, camarones y otras especies marinas.
La pesca —principalmente la artesanal— es una actividad que emite una cantidad relativamente baja de gases de efecto invernadero. Toda la cadena de producción pesquera, incluida la de la acuicultura —cría de peces en cautiverio—, genera el 4 % de las emisiones globales de carbono, según la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos).
Por esta razón, una comisión sobre salud y nutrición creada por la revista científica The Lancet (EAT-Lancet) afirmó, en un informe publicado en octubre, que la pesca es la única fuente de proteína animal destinada al consumo humano cuya producción debe ampliarse.
“La pesca no necesita insumos. Realizada de manera equilibrada, el daño que causa al ambiente es [solo] el de la contaminación generada por el motor de la embarcación”, explica el oceanógrafo Martin Dias, director científico de Oceana, organización ambientalista enfocada en la protección del ambiente marino. “La producción de proteína bovina, en cambio, depende del pasto, que se cultiva en un terreno que alguna vez fue selva”, señala.
Dias destaca que, si está bien regulada, incluso la pesca industrial tiene impactos relativamente pequeños en comparación con la ganadería. Por ello, puede ser una fuente de alimento, empleo e ingresos compatible con las necesidades que la crisis climática impone a la humanidad.
Solución amenazada
El director de Oceana recuerda que la pesca depende de un océano saludable. “Algunas especies de peces viven en corrientes frías. Si aumentan las temperaturas global y oceánicas, veremos una migración de especies hacia aguas más frías y una pérdida de peces en determinadas regiones”, alerta Dias. Según él, ya sucede con la merluza, un pescado muy consumido en Brasil.
El oceanógrafo explica además que, en casos extremos, el calentamiento del agua provoca el colapso de la cadena de reproducción de ciertos tipos de peces. De acuerdo con el especialista, está ampliamente documentado en la literatura científica que el aumento de la temperatura del océano Pacífico causado por el fenómeno de El Niño, cuando es extremo, reduce considerablemente la presencia de sardinas en la costa atlántica brasileña. “Si los episodios de El Niño se vuelven cada vez más frecuentes y más intensos, esto puede convertirse en una amenaza para la especie”, añade.
Un artículo publicado en la revista Nature en 2020 prevé que el cambio climático puede causar una reducción del 40 % de la actividad pesquera en las regiones tropicales en los próximos 30 años. Estudios de Embrapa (Empresa Brasileña de Investigación Agropecuaria) divulgados en octubre indican que el calentamiento global vuelve los microplásticos aún más peligrosos para la vida acuática.
“En el medio acuático, estas partículas no están solas y pueden combinarse con contaminantes químicos, sufrir alteraciones por la radiación solar e interactuar con variaciones de temperatura. Estos factores combinados pueden generar efectos más severos para la fauna acuática”, explica Vera Castro, investigadora de Embrapa Medio Ambiente.
Marly Lucia da Silva Ferreira, de 60 años, pescadora de la Reserva Extractivista Marina de Caeté-Taperaçu, en Bragança (PA), afirma que el cambio climático también provoca mareas más fuertes, afectando los manglares, zonas de reproducción de especies marinas. Según ella, los pescadores de su comunidad ya sienten los efectos. “La escasez de peces es cada vez mayor”, afirma, mientras sigue de cerca las discusiones de la COP30 para exigir soluciones para su categoría.
La COP de los océanos
La COP30 viene prestando una atención inédita a los océanos. Por primera vez, el encuentro cuenta con una enviada especial para abordar los mares en sus plenarias: la bióloga y profesora brasileña Marinez Scherer.
En una entrevista a Repórter Brasil la semana pasada, lamentó que menos del 1 % del financiamiento climático se destine a los océanos, a pesar de que representan el 70 % de la superficie terrestre y son responsables de absorber el 30 % del dióxido de carbono liberado a la atmósfera.
“Proteger el océano es proteger la vida —e incluirlo como prioridad en la COP30 es una decisión no solo ambiental, sino también económica, geopolítica y humanitaria”, afirmó.
Según ella, más de 3.000 millones de personas dependen del océano en todo el mundo. La economía oceánica está valorada en casi 4 billones de dólares al año, lo que equivale hasta el 5 % del PIB global.
La enviada especial para los océanos agregó que trabaja para que la COP30 sirva como plataforma de lanzamiento del llamado Paquete Azul, una iniciativa que reúne cientos de acciones y proyectos ya implementados en distintas partes del mundo y que, según Scherer, “han demostrado generar resultados positivos en la preservación del océano”, incluido el fomento de prácticas de pesca sostenible. Su intención es que el Paquete Azul reciba apoyo financiero de fuentes gubernamentales e independientes de hasta unos R$ 615.000 millones.
‘Alimento azul’
En un artículo publicado el 11 de noviembre, André de Paula, ministro de Pesca y Acuicultura de Brasil, y Salvador Malheiro, secretario de Pesca de Portugal, escriben que considerar los pescados como una categoría de “alimento azul” debe formar parte de la estrategia climática. Según los autores, estos “tienen el potencial de satisfacer la creciente demanda de proteínas con una huella ambiental significativamente menor”.
“Los estudios indican que, con el aumento del consumo de alimentos azules, las emisiones globales de CO₂ podrían reducirse hasta en 1 gigatonelada por año de aquí a 2050, el equivalente a tres millones de vuelos transatlánticos de ida y vuelta”, señala el texto.
“El término ‘alimentos azules’ abarca la pesca y la acuicultura de peces, moluscos, algas y otros organismos acuáticos. Además de ser ricos en proteínas y micronutrientes esenciales, estos alimentos cumplen un papel crucial en la lucha contra la desnutrición, que aún afecta a más de 2.000 millones de personas en el mundo.”
Según Oceana, en 2022 la pesca produjo 90 millones de toneladas de pescado en el mundo. Brasil aportó 351.000 toneladas, de las cuales el 56,3 % provino de la pesca artesanal. Además, la pesca marina y la pesca continental brasileñas generaron cerca de R$ 1.300 millones en exportaciones en 2024.
Los principales pescados exportados por el país son la langosta, capturada exclusivamente por la pesca artesanal en la región Nordeste, y el pargo, proveniente de la pesca industrial del Norte. En los últimos diez años, solo estas dos cadenas productivas exportaron cerca de 71.000 toneladas de productos, generando una facturación de R$ 6.300 millones.
Este lunes (17), durante la COP30, Oceana presentó un documento titulado “Caminos para pesquerías resilientes al cambio climático en Brasil: recomendaciones para tomadores de decisiones”. En el texto, la organización propone seis acciones para la pesca sostenible: recolección continua de datos; mejora de las evaluaciones de los stocks pesqueros; impulso a la gestión adaptativa; garantía de participación social; protección de hábitats esenciales; y promoción de la cooperación regional entre países.
Parte de estas recomendaciones forman parte del Proyecto de Ley 4789/2024, que crea una nueva Política Nacional de Desarrollo Sostenible de la Pesca. El proyecto está en trámite en el Congreso brasileño. Para Oceana, su aprobación permitiría implementar medidas concretas para una actividad pesquera más adaptada al contexto climático global.
Esta nota fue producida por Repórter Brasil, en el marco de la Cobertura Colaborativa Socioambiental de la COP 30. Lea la original en https://reporterbrasil.org.br/2025/11/cop30-oceano-renda-pescadores-brasil/















